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Luces y sombras de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

A las puertas del 70º aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos debemos hacer un breve de balance y ver las luces y las sombras alrededor de esta efeméride.

Lunes, 26 de noviembre de 2018

Serán muchas las voces que nos hablarán de la crónica de un fracaso o de una bella promesa incumplida; serán muchas las opiniones que sólo se centrarán en destacar las violaciones y las carencias en materia de derechos humanos y libertades fundamentales al ámbito internacional, estatal o local.

Es evidente que no podemos obviar estas realidades pero también es muy importante no olvidar lo que se ha conseguido en estos setenta años. Sí, sí, sólo en los últimos setenta años... Hay que recordar de donde veníamos antes de 1948: una Europa, un mundo, destrozado por las irresponsabilidades, las matanzas y las graves violaciones cometidas durante la segunda guerra mundial.

Su contenido no puede mantenerse estático y tiene que adaptarse a los tiempos que nos ha tocado vivir, buscando nuevas interpretaciones que permitan hacer efectivo el principio del respecto a la dignidad humana.

Aquella Declaración, hecha por los Estados, fue un programa de acción, mejorable, pero un verdadero programa de acción para frenar a aquellas personas y aquellos Estados que no creían, como se establece en su primer artículo, que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados cómo están de razón y de conciencia, tienen que comportarse fraternalmente los unos con los otros. Son esta libertad, esta igualdad y esta fraternidad las aspiraciones necesarias para conseguir que todo el mundo disfrute del derecho a una vida digna de ser vivida. Si bien estas nociones fueron solemnemente proclamadas en 1948 en la Asamblea General de las Naciones Unidas, su contenido no puede mantenerse estático y tiene que adaptarse a los tiempos que nos ha tocado vivir, buscando nuevas interpretaciones que permitan hacer efectivo el principio del respecto a la dignidad humana.

Han sido muchas las luchas en los últimos años que han hecho evolucionar las garantías en materia de derechos humanos y libertades fundamentales. En nombre de todas aquellas personas que, en situaciones adversas, lucharon de forma incansable en nombre de las generaciones futuras no tenemos derecho a tirar la toalla.

Ha sido este principio de la dignidad humana el que ha guiado e inspirado la lucha de muchas personas y colectivos para reivindicar la necesidad de hacer efectivos los derechos humanos, para acabar con las violencias (estructurales, directas y culturales), con las desigualdades extremas y con las impunidades. Este principio ha inspirado la luchas de muchas personas y colectivos para conquistar derechos y libertades. Conquistar derechos y libertades para otras generaciones -nosotras y nosotros- a pesar de que ellos y ellas no los pudieron disfrutar plenamente (libertad de expresión, sanidad pública, educación para todo el mundo, derechos de participación, derechos laborales...). Han sido muchas las luchas en los últimos años que han hecho evolucionar las garantías en materia de derechos humanos y libertades fundamentales. En nombre de todas aquellas personas que, en situaciones adversas, lucharon de forma incansable en nombre de las generaciones futuras no tenemos derecho a tirar la toalla.

Aquello que se enunció en la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos sirve como instrumento de emancipación y de transformación social

Vivimos tiempos complicados y son evidentes los retrocesos en materia de derechos humanos y los ataques a los principios fundamentales de libertad, igualdad y fraternidad. Por eso, ahora más que nunca, creemos que aquello que se enunció en la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos debe servir como instrumento de emancipación y de transformación social. Nos sirve para vincular los derechos humanos a la solución de los problemas globales de la humanidad, que también son problemas locales. Nos sirve también para hacer una crítica constructiva sobre la Declaración y su contenido, una crítica que nos advierte de cuánto camino queda por recorrer, pero también del peligro de olvidar las luchas sociales de estos setenta años que han conseguido hitos fundamentales.

Queda mucho camino por recorrer, pero no podemos desconocer como las luchas sociales de estos setenta años han conseguido hitos fundamentales.

Una lección que tenemos que extraer de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es que, en su momento, su contenido supuso un espacio de denuncia de las múltiples negaciones de las libertades inherentes a las personas. Tenemos que continuar reivindicando este espacio de denuncia para resistir frente a las regresiones que se están produciendo hoy en día y para erradicar aquellas actitudes y prácticas que pretenden conducirnos a repetir episodios muy oscuros de nuestra historia.

En este camino que todavía transitamos hay que ampliar los derechos y libertades reconocidos en su momento, hay que completar las interpretaciones de aquellos derechos y libertades teniendo en cuenta las necesidades del siglo XXI y hay que acercar estas realidades a colectivos que han sido sistemáticamente ignorados en materia de derechos humanos. Estas luchas, que se tienen que liderar desde la sociedad civil con el objetivo de incorporar una visión feminista y mestiza en materia de derechos humanos, tienen un referente: los Derechos Humanos Emergentes.

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