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El derecho humano al medioambiente: ¿tarde e insuficiente?

El derecho humano al medioambiente: ¿tarde e insuficiente?

Autoría: Karlos Castilla Juárez

Fecha publicación: Noviembre 2022

Desde 1974, el 5 de junio de cada año se celebra el “día mundial del medio ambiente”. Pero este año la conmemoración ha sido diferente. No solo porque las evidentes consecuencias de la triple amenaza medio ambiental —el cambio climático (olas de calor), la pérdida de biodiversidad (pandemia), y la contaminación y los residuos (aire de Barcelona)— nos recuerdan lo poco que hemos hecho; sino también porque en octubre del año 2021, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconoció por primera vez a nivel internacional que: un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible es un derecho humano.

Por primera vez, sí, pero…Hay un pero: no se trata de un reconocimiento jurídico fuerte, ya que no se hizo en un tratado internacional, sino en una resolución de naturaleza política que busca que todos los Estados se comprometan desde un ángulo diferente (protección de la persona) a trabajar de manera conjunta y coordinada para combatir de manera efectiva y rápida la degradación del medio ambiente, el cambio climático y el desarrollo insostenible en el que vivimos. Parce así que el reconocimiento del derecho llega tarde y es insuficiente. ¿Es así? En mi opinión, no. Ni es tarde, ni es insuficiente.

Seguramente, de haberse reconocido antes, hoy podríamos estar en otra situación y etapa diferente del debate respecto al contenido del derecho. Pero lo cierto es que llega en un buen momento para nutrir de fuerza, de esperanza, de entusiasmo y de respaldo a las generaciones más concienciadas sobre la crisis climática en la que nos encontramos. Así que no es tarde para a jóvenes, niñas y niños el mensaje de que: un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible es su derecho.

Y esto significa que tienen el derecho al proteger al medio ambiente, pero  también que nadie puede seguir quitándoles la oportunidad de disfrutar de aire, agua y tierra limpios. Que pueden exigir a los Estados que se garantice vivir en lugares en los que la destrucción ambiental no ponga en riesgo el resto de derechos humanos. Y es que es su derecho disfrutar de la naturaleza y no sufrir entornos climáticos extremos. Efectivamente tienen el derecho a rechazar y apartarse de esos modelos de consumo insostenibles que les hemos impuesto desde su nacimiento.

Tampoco es insuficiente, por el simple hecho de que, antes de la resolución más de 155 Estados ya habían han reconocido manera el derecho a un medioambiente saludable en acuerdos internacionales o en sus constituciones, leyes o políticas nacionales, entre otros instrumentos. Es decir, que este reconocimiento internacional es un refuerzo que debe despertar, activar y poner a funcionar sistemas nacionales que en muchos casos parecen olvidados o simplemente desconocidos.

Por ejemplo, en el Estado español, desde 1978, la Constitución reconoce en el artículo 45 de manera clara que “Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo” y en Cataluña, el artículo 27 del Estatuto establece expresamente que “Todas las personas tienen derecho a vivir en un medio equilibrado, sostenible y respetuoso hacia la salud”.

De hecho, en el caso de Cataluña se especifica el derecho a gozar de los recursos naturales y del paisaje en condiciones de igualdad y el deber de hacer un uso responsable de los mismos y evitar su despilfarro. Incluso más: reconoce el de  todas las personas a la protección ante las distintas formas de contaminación, y el deber de colaborar en la conservación del patrimonio natural y en las actuaciones que tiendan a eliminar las diferentes formas de contaminación, con el objetivo de su mantenimiento y conservación para las generaciones futuras.

El reconocimiento internacional llega en un buen momento para que todo esto que ya existe deje de ser una simple aspiración o un derecho que las autoridades deben cumplir en la medida de sus posibilidades, para convertirse en un derecho exigible. Un derecho al que se le dote de garantías efectivas que permitan que cualquier persona pueda lo disfrute. También, para reafirmar que toda persona debe ser respetuosa del derecho al medio ambiente de las demás, incluidas las generaciones futuras y, por tanto, cumplir con sus deberes de conservación, uso racional y uso responsable.

Este reconocimiento internacional primario del Consejo de Derechos Humanos se ha visto reforzado con la aprobación en julio de 2022 de una resolución por parte la Asamblea General de Naciones Unidas (con 161 votos a favor, ocho abstenciones y ningún voto en contra) donde se recoge nuevamente el acceso a un medio ambiente limpio, sano y sostenible como un derecho humano universal.

La aprobación de esta resolución por tantos países del mundo, a pesar de tener una naturaleza jurídica similar a la del Consejo de Derechos Humanos, es sin duda un gran impulso global para reactivar lo que a nivel nacional ya existe, así como para incluir su análisis en las conferencias sobre Cambio Climático y todos los debates en ese ámbito. También es una oportunidad para consolidar y para abrir nuevos espacios de coordinación regionales y globales de las diferentes normativas nacionales y las obligaciones internacionales contra el cambio climático. En definitiva, para ocuparnos de todos los ángulos y razones por las que debemos proteger el medioambiente que compartimos.

Así las cosas, el día mundial del medio ambiente ha sido y debe ser un buen momento para recordar a todo el mundo, pero sobre todo a quienes tenemos cerca y nos escuchan (o leen), que nuestro derecho humano al medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible está más que nunca antes a nuestro alcance, y que debemos exigir sin más retraso su cumplimiento efectivo.

Pero también, un buen momento para reflexionar sobre todo lo que día a día estamos haciendo en contra de nuestro propio derecho; n los despilfarros de energía y agua, en lo que compramos y los daños ambientales que eso causa, en cómo nos movemos y vivimos en nuestras ciudades, en la forma en la que separamos la basura, en lo que comemos y hasta lo que hacemos para divertirnos. Porque sí, hacer todo eso como más nos gusta es nuestro derecho, pero también es nuestro derecho el medioambiente que con acciones insostenibles, egoístas y de despilfarro estamos destruyendo.

Nunca es tarde y nada es (in)suficiente para proteger el derecho humano al medio ambiente. No dejemos pasar más tiempo y pongámonos manos a la obra para hacer efectivo el derecho para toda la humanidad y para todos los seres vivos con los que lo compartimos.  #UnaSolaTierra

Artíclo publicado en el diario Crític, el 3 de junio de 2022, y actualizao en noviembre de 2022

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